Publicación #87

ROJO PROFUNDO. EL LEGADO DE JAVIER

Jairo Cieza

2023-10-09

Compartir:



Javier Diez Canseco (en adelante Javier) nació en una familia de clase media alta en la que recibió cariño y cuidados sobre todo por su discapacidad física. Estudió en los mejores colegios limeños donde se formó con una buena educación a la que solamente accede un sector minoritario y privilegiado del país. Luego ingresó a estudiar Sociología en la PUCP y participó de Cooperación Popular, ese esfuerzo de Fernando Belaunde Terry por promover acciones de solidaridad de los estudiantes universitarios para con las poblaciones de la sierra peruana en pobreza y pobreza extrema. Esta experiencia, según él cuenta, fue esencial para advertir las profundas desigualdades que el Perú tenía.

Desclasado, decían los socialistas de mi época, es aquella persona que reniega de la clase social en la que ha nacido y se identifica con los intereses de otra clase social. Desclasado es, por ejemplo, el hombre o la mujer, que ha nacido en un sector privilegiado, con todas las ventajas que eso implica, pero que se vincula con la población menos favorecida y acoge sus proyectos y ambiciones.

Se decía de Javier Diez Canseco que era un desclasado, que había traicionado a su clase social y era muy común escuchar que era un resentido social. Algunos atribuían su desclasamiento a su discapacidad física y que esa situación había generado que, ante la injusticia del destino, se arrojara a abrazar las ideologías de una izquierda radical y destructiva.

El fue, desde muy joven, miembro y dirigente de Vanguardia Revolucionaria (VR) en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y luego del Partido Unificado Mariateguista (PUM) para formar parte de la Izquierda Unida (IU) que tuvo una presencia vital y masiva en el escenario político nacional sobre todo en la década de los ochenta del siglo veinte. Javier Diez Canseco (en adelante Javier) nació en una familia de clase media alta en la que recibió cariño y cuidados sobre todo por su discapacidad física. Estudió en los mejores colegios limeños donde se formó con una buena educación a la que solamente accede un sector minoritario y privilegiado del país. Luego ingresó a estudiar Sociología en la PUCP y participó de Cooperación Popular, ese esfuerzo de Fernando Belaunde Terry por promover acciones de solidaridad de los estudiantes universitarios para con las poblaciones de la sierra peruana en pobreza y pobreza extrema.

Esta experiencia, según él cuenta, fue esencial para advertir las profundas desigualdades que el Perú tenía. Eso, en palabras de Javier, lo hizo “salir de su burbuja” e identificarse con las luchas y esperanzas de las clases populares en el Perú. Esa permanente identificación con los interese populares lo hizo participar activamente en política en la PUCP y ser un dirigente connotado y respetado en los predios universitarios. La PUCP en los años sesenta y setenta tenía una fuerte presencia de la izquierda en sus aulas sobre todo en la Facultad de Ciencias Sociales y el contexto internacional, por ejemplo el triunfo de la Revolución Cubana (1959), favorecía a ese ambiente contestatario y rebelde. Intelectuales de la talla de Alberto Flores Galindo forjaban una identidad socialista en las aulas de una universidad signada, en aquellas épocas, por el símbolo de la elitización universitaria. Javier fue muy activo en la política universitaria formando parte, al inicio de VR, partido con el que se hizo conocido y llegó a tener una gran presencia en la Universidad, pero también por su presencia en las luchas de la clase obrera peruana. Mientras en la PUCP había estas inquietudes revolucionarias desde su Facultad de Ciencias Sociales (Derecho era una Facultad aséptica y lejos de la politización de Izquierda, aunque sí de la derecha más ilustrada) en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) la Izquierda era mucho más radical y extendida comandada, por ejemplo, por el Frente Estudiantil Revolucionario (FER). Casualmente conocí a Javier en la UNMSM cuando yo moderaba una polémica (no tan moderada) entre dirigentes de Izquierda. Esta participación en la política universitaria lo llevó a la acción en el campamento minero de La Oroya para hacer trabajo de ideologización y defensa de los derechos laborales de los trabajadores mineros en la época en que el centro empresarial de esta planta minera estaba bajo la Southern Copper Corporation, de capitales norteamericanos. Javier se forjó ahí, en la práctica, como un militante disciplinado y defensor de los derechos del proletariado minero.

Una escaramuza lo pasó a la clandestinidad por un tiempo. Era ya un personaje visible de la izquierda peruana, junto con Genaro Ledesma Izquieta, Carlos Malpica, Hugo Blanco, entre muchos más. Tenia veintinueve (29) años. Esa fama de defensor de los derechos de los trabajadores lo llevó a ser elegido parlamentario para formar parte de la Asamblea Constituyente luego de que el Gobierno de Francisco Morales Bermúdez tuviera, frente a las protestas populares, se vio obligado a convocarla. Esta Asamblea fue presidida por Víctor Raúl Haya de la Torre (APRA). Javier fue el constituyente más joven con treinta (30) años y desempeñó una labor destacada como dirigente de izquierda caracterizado por sus dotes de orador e irrefrenable dirigente popular. Luego de esta experiencia tuvo una gran carrera parlamentaria siempre formando parte de las filas de la izquierda en las mejores y peores épocas de este movimiento nacional. Es particularmente destacable su papel en la Izquierda Unida (IU) de los años ochenta en los que destacó por su lucha en defensa de los trabajadores. La IU, a pesar de ser hiper ideologizada, logró un gran hito al unirse y concertar fuerzas, lo que la hizo uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina bajo la dirección de Alfonso Barrantes que supo darle un tono de moderación a un movimiento satanizado por los sectores más conservadores del país. Esa izquierda de Javier llegó a ser poder municipal en 1983 y ser la segunda fuerza política del Perú en 1985.

Es bueno dejar en claro que Javier deslindó desde un primer momento con Sendero Luminoso (SL) cuando en 1980 inicia sus acciones subversivas. Javier advirtió que era un movimiento aventurerista y tanto su partido (PUM) como él mismo, lo combatieron férreamente por las matanzas contra sectores de la población a los que decían defender y contra dirigentes del mundo popular. La guerra iniciada por Sendero, entonces, fue combatida por Javier al interior de la izquierda peruana y ese fue el motivo por el que es grupo maoísta dinamitó varias veces su casa y lo amenazó de muerte. Era la peor época del conflicto armado interno y Javier la afrontó con valentía, sin arriar sus banderas populares pero combatiendo el fanatismo de SL. Siempre fue una persona íntegra, como cuando joven, al renunciar al apoyo económico de su familia para autosostenerse e iniciar su vida como dirigente socialista. Nunca tuvo una mácula en su integridad política.

Se pudo haber equivocado, como todos los que entran en política con valores e ideología clara, pero jamás se aprovechó del poder para intereses subalternos o particulares. Su permanente denuncia contra los grandes intereses económicos de la corrupción y su preocupación por la seriedad de sus investigaciones parlamentarias hacían temer y retroceder a los sectores de la corrupción y a los intereses de la clase mercantilista en el Perú. Es conocido también por su infatigable lucha por los derechos humanos sobre todo por los de las clases más débiles y desfavorecidas. Así participó en la fundación de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos que tanta importancia adquirió para poner freno a las violaciones sistemáticas contra los derechos humanos de la población.

Otra faceta que también tuvo es su irrestricta y acerada defensa contra los sectores de la población discapacitada. Esto se expresó en leyes en su favor. Su misma situación como discapacitado lo hizo más sensible ante aquellos que sufren de alguna discapacidad física o mental. Ellos le están profundamente agradecidos por la defensa de sus derechos desde el Congreso. Otra población que mereció sus arduos años de lucha fue la población LGTB que fue y sigue siendo discriminada por lo que Javier se convirtió en una de las cabezas visibles, que, desde la izquierda, peleó por sus derechos y justas aspiraciones ante una clase política que siempre les fue esquiva y hasta adversa. Quisieron acallarlo con una campaña orquestada desde la derecha más rancia hasta los congresistas de Ollanta Humala, a quien Javier desenmascaró, por haberse alejado de sus promesas primigenias. Sin embargó, Javier salió triunfante con la verdad y con un extraordinario discurso en el Parlamento que he llamado “Yo no soy un pesetero, soy un hombre de principios”. Todo lo que he narrado brevemente ha sido inspirado, al haber recordado a Javier, en el documental “Rojo Profundo- El Legado” en donde se aprecia a Javier erigirse sobre la chatez y la mediocridad de sus adversarios y presentarse como lo que siempre fue, un hombre de principios acerados e inquebrantables que dio su vida por la defensa de los intereses de los más débiles y marginados de nuestro país.